Jesús, la figura del Mesías

La dimensión espiritual de lo que conocemos, creemos conocer o queremos conocer sobre Jesús el Cristo, esta cargada de elementos metafóricos que en ocasiones ameritan análisis profundo y no simples interpretaciones literales en torno a los que se lee, se escucha o se ve. Quizás este sea un punto de discordia entre fieles, intelectuales y lideres de las iglesias, ya que en ocasiones tiende a darse interpretaciones distintas en relación a manifestaciones literarias.

Un ejemplo de ello son las distintas valoraciones que se hacen de La Biblia en las diferentes agrupaciones religiosas cristianas. Ciertas afirmaciones como la de acuñar a Jesús el calificativo de mesías, conllevan un implícito lenguaje metafórico, pues dicha caracterización de Jesús en “El Reinado de Dios” (refiriéndonos a Jesús como hijo de Dios) no es posible entenderla en términos convencionales o en función de las experiencias cotidianas de vida humana.

 Aparte de lo ambiguo que pueda ser el tratar de entender la figura de Jesús como mesías, debe acotarse también que hay una importante presencia de tradicionalismo en los discursos de fe por parte de los predicadores. Esto tanto en épocas anteriores como en el contexto actual. La redención o “rescate” Desde una perspectiva de fe, la redención de los humanos supone un papel protagónico de la figura de Jesús como salvador.

Justamente, tanto los pronunciamientos y la influencia de los predicadores tradicionales como las mas importantes corrientes intelectuales dentro de la teología cristiana dan origen a la teoría de la salvación; por cuanto se establece una postura del ser humano necesitado de salvación, indefenso y carente de autosuficiencia y poder.

 Desde los escritos iniciales que relatan la creación del ser humano, se vislumbran elementos que hasta hoy, se encuentran inmersos en la cultura y fe de los cristianos, como la desobediencia, la vergüenza, el pecado y la consecuente necesidad de encontrar el perdón. Cosas que crean la necesidad de salvación en los humanos; salvación del pecado, salvación del enemigo, salvación de las tinieblas y de todos los poderes y fuerzas del mal.

Ello por consecuencia natural conlleva a la necesidad de un ente salvador (Jesús) que interceda ante las fuerzas del mal que no puede ser combatida por los mortales.

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